
Por “La voz de Irie”, 4/5/09
Hay quienes dicen que en los momentos críticos, en el sentido de decisivos, de la historia de un país se pueden ver con claridad qué proyecto de sociedad encarna cada actor político. Es cuando se caen las máscaras y los caretas dejan ver límpidamente a qué modelo de país responden.
En estos tiempos más que moviditos la Argentina está transitando por esa zona áspera en la que difícil es ver tonos grisáceos o medias tintas. Y tal vez sea conveniente que así sea, digo, para que no exista la posibilidad de confundirnos, que nos vendan gato por liebre, o que creamos enamorarnos de una cara lisa cuando en realidad está más que retocada con efectos fotoshop.
Tiempos estos en los que el maquillaje se corre por el sudor de la dura actividad, y aquello que aparentaba belleza o nobleza deja ver todas sus ojeras en la cara, toda su sombría codicia.
El jefe de gobierno porteño Mauricio Macri acaba de cerrar un acuerdo con el ex presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luciano Míguens, uno de los principales activistas del conflicto agropecuario por las retenciones móviles en el 2008, para comandar una hipotética secretaría de agricultura en su gobierno. Este es solo uno de los ejemplos más notorios pero la lista de los candidatos de las patronales agropecuarias que cerraron acuerdos con los partidos opositores al gobierno es mucho más extensa. Lo que en su momento era presentado a la sociedad como un reclamo apolítico y puramente sectorial ahora se quita el disfraz y deja ver su interés por ser mucho más que eso: un modelo de país agroexportador que solo beneficie a las familias que entran en el gran negocio del campo y a las multinacionales del agro.
Francisco de Narváez oficializará la candidatura de un represor: Ignacio Arcidiácono. El vocero de la seguridad a toda costa y que ahora está bajo la lupa por habérsele detectado tres llamadas al traficante de droga Mario Roberto Segovia deja ver así de modo contundente su escala de valores.
Elisa Carrió, no tuvo mayores inconvenientes en defender a las corporaciones mediáticas en nombre de la libertad de expresión… Justamente este monopolio de la palabra es el que obstruye la libertad de expresión.
Al que también parece que se le corre el maquillaje es a Felipe Solá, uno de los principales responsables de la introducción de la soja transgénica en nuestro país en la década del 90 cuando era secretario de agricultura del gobierno de Menem. Sin todos los procedimientos legales correspondientes, sin claridad de los efectos que podría llegar a tener sobre la salud, cuestión que ahora está saliendo a la luz por una investigación que hizo Andrés Carrasco, profesor de embriología, investigador principal del Conicet (concejo nacional de investigaciones científicas y técnicas). “Lo que sucede en Argentina (con la soja transgénica) es casi un experimento masivo” afirmó Carrasco, por considerar que nunca estuvieron dadas las garantías necesarias. Su investigación demuestra cómo el glifosato, que es el veneno utilizado para que la soja transgénica crezca más fácil, tiene efectos devastadores sobre embriones humanos.
Los medios de comunicación masiva iniciaron una campaña de desprestigio de las investigaciones de Carrasco cuestionando de manera baja sus estudios.
Las máscaras se caen, el maquillaje se corre. Uno se ve tentado a decir “quien quiera ver que vea”, pero con el actual rol que están jugando los medios masivos de comunicación se torna muy difícil. Porque ellos nos muestran lo que les conviene, y es entonces cuando tratan de arreglar en los cortes comerciales el maquillaje corrido de algún candidato opositor o intentan sujetar mejor la máscara a la cara. Porque ellos también forman parte de ese modelo de país para unos pocos. Por eso se hacen los sordos y los ciegos con el proyecto de nueva ley de medios.
A los de a pie solo nos queda buscar formas alternativas de información, algún que otro diario decente y, sobre todo, el cara a cara con el vecino, el compañero de trabajo, el amigo: por esas correderas la información se hace más difícil de infiltrar.