
Por “La voz de Irie” 11 de mayo de 2009
Los medios de comunicación tienen una forma de funcionar, una lógica que les es propia. En su infinito discurrir de imágenes y palabras diarias esconden una forma de pensar las cosas y los sucesos que termina contagiando a la audiencia, es decir, a todos nosotros. Por ejemplo: es muy raro que cuenten las causas profundas y las consecuencias reales de los hechos que denuncian, no relatan la historia de los hechos, no los contextualizan. Es decir: no muestran la totalidad de los sucesos. De esta manera es muy difícil que podamos entender de lo que se habla. Si nos muestran una parte de algo y no el todo lo más probable es que lleguemos a conclusiones falsas o erradas. También es más fácil que alguien pueda engañarnos.
Así funcionan hoy en día los medios. Y si no prendamos cualquier canal a cualquier hora y hagamos el ejercicio: busquemos explicaciones históricas y contextualizadas de los hechos. Salvo honrosas excepciones nos daremos cuenta de que no existen.
El problema es cuando esta lógica la incorporamos a nuestra vida de a pie y nos volvemos seres automáticos que no buscan comprender el porqué de las cosas. Y vaya que sucede. Estaría bueno que comencemos a hacer el ejercicio de preguntarnos las causas profundas de las cosas. Digo, para que esta forma de pensar propia de los medios no se nos vaya imprimiendo al cuerpo, a nuestras rutinas, a nuestra vida. Este es el peligro de mediatizarse. Es el peligro de que los medios se traguen al mundo.
Mediatizarse es ese proceso por el cual una persona se contamina de las radiaciones mediáticas y va perdiendo sustancia real, enamorándose de los medios, adquiriendo sus lógicas, perdiéndose en sus laberintos como si se tratase de una droga alucinógena. Jorge Lanata y Elisa Carrió son dos buenos ejemplos. Porque más allá de sus cuerpos sustanciosos han sufrido el desgastante proceso y hoy son dos construcciones mediáticas. Ambos mantienen una relación simbiótica con los medios (en realidad los medios se los fagocitaron), ambos viven de ellos y para ellos, cada vez más alejados del barro de cada cuadra, cortaron todo cordón umbilical con la realidad. Perdieron sustancia. Pero ellos sólo son dos buenos ejemplos. Uno desde el periodismo mediático y la otra desde la política de los medios. Podríamos seguir preguntándonos hasta qué punto las radiaciones mediáticas nos contaminan a cada uno de nosotros.
Otra forma de operar de los medios es construir ídolos o grandes referentes y luego exponerlos como modelos a seguir. Después de que dichas estrellas son fabricadas en los grandes hornos televisivos los medios los utilizan como puentes inmejorables para transmitir ideas y valores, pues claro, mucha gente se referencia con ellos. Esto pasó visiblemente hace poco con los comentarios abusivos de Susana Jiménez y Marcelo Tinelli acerca del tema de la inseguridad, por citar sólo dos ejemplos. Es más fácil filtrar mensajes a través de ellos. Pero, como se suele decir, la gente no es boluda. El problema es cuando el 90 por ciento del día te martillan la cabeza con una misma idea…
Ahora bien, hay veces en que estas lógicas de los medios momentáneamente son puestas en cuestión dentro de los mismos medios, es decir, dentro del sistema. Y si bien no logran hacer peligrar al sistema en su conjunto tal vez sí podrían llegar a provocar algún cortocircuito. La semana pasada se vieron dos ejemplos rotundos: Andrea del Boca fue invitada al programa “Tiene la Palabra” del canal de cable TN, perteneciente al grupo Clarín. En más de un momento de la entrevista los panelistas intentaron volver polémica y conflictiva la conversación (seguramente seguían a rajatabla lo que habían firmado en sus contratos). Sin embargo Andrea del Boca nunca entró en su juego y, por el contrario, denunció las maniobras a las que se veía provocada diciendo “no quiero discutir públicamente con De Lía por algo que ni siquiera sabía que dijo de mí. No me corran el eje. A mí me interesa marcar que tenemos que seguir discutiendo dos modelos de país que hoy están en juego”. Pidiendo que no le corran el eje denunciaba un mecanismo poderoso de los medios que es el de marcar la agenda de temas, plantear los términos de la discusión.
Otro ejemplo contundente sucedió con uno de los principales ídolos deportivos de la Argentina: Diego Maradona. En una de sus gambetas inesperadas hizo pública una carta de apoyo al proyecto de ley de radiodifusión presentado por el gobierno nacional. Este proyecto de ley que limita la concentración y el monopolio, que reparte la palabra, que propone la emisión abierta de los clásicos del domingo es respaldado por Maradona, un ídolo popular en parte construido por los mismos medios para mostrar cómo desde la pobreza se podría llegar a la fama y a la riqueza sólo con un golpe de gracia… El mismo ídolo prohijado por ellos hoy les da la espalda (de vez en cuando pareciera oír todavía sus raíces más profundas) y tienen que dar manotazos de ahogado para suplantar los hechos.
No caben dudas. Los medios de comunicación hoy rinden tributo a un solo rey: el ray-ting. Y mientras esto no cambie el interés por el lucro seguirá estando encima del interés humano y social.