
Por “La voz de Irie” 6/7/09
Pasaron las elecciones. Ese tumultuoso evento que condensa en un solo momento los destinos del país. Y pasó lo que pasó. Pero sería conveniente pensar al momento de la votación como el momento de la prueba que nos tomaban (o nos toman) en el colegio: lo más importante no era el instante de sentarse y comenzar a responder, sino todo el caminito previo que habíamos hecho estudiando para poder rendir bien y aprobar. La evaluación lo que hacía era reflejar nuestro esfuerzo puesto en juego, nuestro compromiso real con el estudio (por más intento de chamullo o guitarreo que pudiésemos haber puesto a la hora de la prueba). Y con las elecciones pasa lo mismo: uno vota personas que en realidad son proyectos de país que se llevan a cabo día a día y del que formamos parte. Explícita o implícitamente. Con mayor o menor grado de protagonismo. Conciente o inconcientemente. A voluntad o no. Y es en el transcurso de cada día de gestión que se ve si lo que los candidatos prometían en campaña se trataba de chamullo o guitarreo o si no. Pero lo más importante de esta idea consiste en que aquellos proyectos de país que votamos en cada elección nos conciernen e involucran, nos tienen como principales constructores y deberíamos preguntarnos siempre con qué cosas y cómo aportamos a esa construcción. Qué es lo que hacemos todo el tiempo que transcurre entre una elección y otra. Como individuos y como sociedad. Pero es que tal separación en algún punto es ficticia e inexistente. Todo lo que optamos como personas contiene también lo que optamos para la sociedad. Y la sociedad comienza en cada barrio. La unidad más palpable de sociedad que tenemos es nuestro barrio concreto y caminable. Nuestro barrio de todos los días y todos los mandados. De todos los vecinos y todas las noticias. El barrio es como la célula del cuerpo: si está fuerte y sana todo el cuerpo está fuerte y sano. Sin perder la mirada entera (que nuestro barrio forma parte de nuestra localidad que forma parte de nuestro distrito que forma parte de nuestra provincia que forma parte de nuestro país) es preciso volver siempre al barrio porque desde allí todo parte. Desde allí partimos en nuestra travesía. Allí comienza el caminito que hacemos día a día y que va reflejando nuestro real compromiso que podemos llegar a tener para, a la hora de la prueba, aprobar el examen. Allí se ve nuestro verdadero esfuerzo puesto. Y si después los resultados de la evaluación son malos, a no quejarse pa´ cualquier lado: reflejan nuestro compromiso no ya con el estudio sino con nuestra historia que, repito, no es una idea lejana e inalcanzable sino que comienza todos los días en todos nuestros barrios.
Por eso uno se pone contento cuando se entera que surgen agrupaciones de vecinos que organizan actividades, peñas, bingos. O grupos de estudiantes que arman festivales y jornadas deportivas. O grupos de jóvenes que generan movidas culturales. Por eso uno se pone contento y siente que algo se despierta cuando se entera que en el barrio La Perlita de Moreno hay una Biblioteca llamada Horacio Quiroga que se levanta e intenta vincularse más activamente con el barrio. Y que en barrio Güemes hay un grupo de jóvenes y vecinos que también, se juntan para pensar al barrio y pensarse y ya transformaron una placita. Y que en San Carlos varias instituciones se están juntando para organizar una peña. Y que en La Providencia hace ya un tiempo que se ve lindo movimiento… Y así cuántos otros jóvenes y vecinos en otros barrios estarán haciendo de las suyas.
Allí debería ir dirigida nuestra indignación cotidiana.
Allí nuestra denuncia y nuestra creatividad.
Allí nuestra piel de gallina.
Para que condensada y articulada se transforme en acción conjunta, en sueño organizado.
Allí nuestra responsabilidad para que las elecciones sean reflejo (ni más ni menos) de nuestro compromiso cotidiano con nuestra sociedad.